domingo, 27 de mayo de 2012

EL GRILLO (2da parte)


Esa misma noche, después de leer su libro favorito, se acostó en su cama y tuvo un sueño realmente macabro.
 En su sueño estaba perdido en un camino de arena desierto. No había nada ni nadie. Sentía su boca sedienta y sus labios secos, pero el sudor de su frente era toda el agua que tenía. Caminó sin rumbo por horas. El sol le pinchaba la nuca. Parecía inmutable hasta que repentinamente cayó la noche. Ya no hacia calor. El frío lo invadió. Una casa de papel apareció de la nada como por arte de magia, y en ella una mujer misteriosa, con el cabello enredado de color negro carbón. Sus manos se veían arrugadas como las de una vieja, pero su rostro era la de una joven de no más de 18 años. Se ocultaba tras una fina cortina color rosada en el umbral de la puerta. Marcos se acercó a ella. Miró fijo hacia sus ojos a través de la tela. Sintió el impulso de besarla, así que la tomó en sus brazos y cuando tenía sus labios cerca de los de ella, la muchacha desapareció como humo en sus manos. Reapareció a unos metros de distancia como burlándose de él. Luego se le acercó como un rayo de luz al oído y le dijo que la maldición ahora le pertenecía. Al terminar de pronunciar esas palabras, soltó una carcajada e inmediatamente del cielo oscuro comenzaron a caer grillos. Al principio parecía ser algo inofensivo, pero luego iban cayendo cada vez más y más, hasta cubrirlo por completo.  Marcos hundido en ellos, ni siquiera era capaz de gritar. Ya no podía respirar, ni moverse. Habían logrado entrar a su organismo. Estaban dentro de su boca, de su estómago, y de sus pulmones también. Lo único que podía hacer era oír el canto imparable de los insectos que parecían cantar en aumento hasta casi ensordecerlo. Cuando parecía que el sueño se iba a poner aún peor, Marcos despertó.
Había sido lo más extraño e inquietante que había soñado en su vida. Intentó volver a dormir. No pudo hacerlo, porque al apoyar su cabeza en la almohada, un grillo comenzó a chillar. Esa noche no durmió.
Al día siguiente Marcos fue a su trabajo. Le esperaba una larga jornada de labor estresante. Tenía una reunión en la que debía convencer a unos inversores a formar parte de la compañía aportando su dinero. El si de estos sujetos era realmente importante. El edificio entero esperaba su llegada. No había quien no supiese lo que significaba esa reunión.
La hora había llegado. Hasta antes de ese momento todo había marchado bien. Nada lo aturdía, ni siquiera ese sueño que parecía haberse borrado de su memoria. Ya estaban todos en la sala de reunión. Marcos era el orador, como siempre. Los inversores entraron por la puerta y fueron recibidos por la calurosa sonrisa blanca de Marcos. Una vez acomodados y de una breve charla informal, el encuentro dio inicio. Los primeros minutos marcharon más que bien. Con pocas palabras  se veían convencidos. Marcos se sentía seguro y complacido. Daba por asumido su triunfo, pero cuando a lo lejos escucho un sonido débil que se le hacia familiar, ya no opinaba igual. Comenzó a tartamudear. Las palabras se le mezclaban. Los nervios se le notaban en su cara de espanto. El sonido se hacia cada vez más fuerte. Miraba por todos lados buscando de donde provenían. Parecía asustado, y de hecho lo estaba. Cuando ya no pudo soportarlo, dejo de intentar disimular y salio corriendo revolviendo todo en la habitación. Gritaba, _” ¡¿Dónde están los grillos?!”. Solo él los escuchaba. Sentía como los insectos lo acosaban, esperando el momento oportuno para lanzarse sobre él para intentar ahogarlo. En su desesperación por salvarse, corrió hacia la ventana. Estuvo a punto de tirarse, pero uno de los empleados lo detuvo a tiempo. Por supuesto, Marcos tomo conciencia de su locura cuando lo llevaron a la clínica. Estuvo hospitalizado unos días. Los médicos explicaron que se trató de un simple ataque de nervios. Colapsó después de varios días de estrés. Los inversores lograron entender lo sucedido y accedieron a otra reunión con la condición de que Marcos no estuviera en ella. No querían otro episodio similar.
Marcos  se conformó con la explicación de los doctores. Decidió tomarse unas vacaciones después de salir de la clínica para recuperarse de su fracaso en la reunión.
La primera noche en su casa creyó que sería tranquila. Al salir la luna, Marcos se recostó en su sillón de leer. No estaba dormido. Solo tenía los ojos cerrados. Aún no había tomado el calmante que había comprado en una farmacia de camino a casa. Indudablemente estaba más relajado.
_“Nada malo sucederá”, se dijo a si mismo.
 La luna se puso en el centro del cielo. El viento comenzó a soplar. Las cortinas se movían al compás del silbido de la brisa que entraba por la ventana. Sin que Marcos lo viera, apareció una imagen tenue de una chica, la misma con la que había soñado anteriormente. Casi parecía un espejismo, pero se volvía cada vez más nítida y concreta. Se acercó hasta Marcos. Quedó parada justo frente a él. Lo miró enojada, llena de rabia y dolor. Habrá sido una lágrima proveniente de ella la que alertó a Marcos de su presencia. Al verla, literalmente se cayó de espaldas con sillón incluido.
La joven le gritó apuntadole con el dedo índice en un idioma que tal vez sería el chino. Luego volvió a gritarle en nuestra propia lengua.
_” ¡Es tu culpa!”, exclamó, “¡Es tu culpa!”, volvió a repetir.
_” ¿Mi culpa?, ¿Qué es lo que hice?, ¿Es por tu causa todo lo que me ha sucedido? ¿Cuál es fue mi error para merecer tanto odio?”.
_” Ya es tarde. Acaba de morir el primero. Solo faltan nueve. Van a caer todos y cada uno de ellos”.
Se oyeron nuevamente chirridos. Ya no era un sueño. La pesadilla se concretaba. Los insectos aparecían por doquier. Marcos aterrorizado salió huyendo de la habitación. Lo persiguieron por toda la casa hasta hacerlo salir a la calle. Corrió sin detenerse ni un segundo y sin mirar atrás. Oía el ruido incesante de aquellos bichos diabólicos. Algunos habían logrado subírsele encima e inexplicablemente sentía como querían perforarle la piel, como si tuviesen garras o dientes. Todo sobrepasaba lo lógico. Corrió sin saber hacia donde iba. En su mente solo cabía una idea; huir tanto como pudiera. A lo lejos vio un patrullero. Se dirigió a este con la esperanza de conseguir ayuda, pero al golpear la ventanilla del vehículo los grillos habían desaparecido. La policía lo ignoro. No estaba interesada en escuchar historias de un loco en pijamas. Se concentraba más en el crimen que acaba de ocurrir segundos antes de que Marcos llegara al sitio.
No había notado, hasta que levantó la vista, que se encontraba justo enfrente del supermercado chino. La gente del barrio se había amontonado como moscas a un pedazo con dulce. Por un momento se olvidó de los grillos. La curiosidad fue más fuerte que el temor. Una de las señoras que se encontraba allí le contó que habían hallado muerto al más viejo de los chinos; el abuelo. Comentaba también, que al pobre infeliz le faltaba el corazón, pero que no había señal de herida o de sangre. Todo era muy misterioso. No tenia sentido que alguien le faltara cualquier órgano del cuerpo sin que lo hayan abierto primero para sacarlo. La otra cosa llamativa era que el músculo no aparecía por ningún lado; como si nunca lo hubiese tenido.
 _“¡Brujería!”.
_” ¡Macumba!”, gritaron unos cuantos.
 La familia solo se limitó a encerrarse en el local luego de que se llevaran el cadáver.
Marcos regresó a su casa con la ilusión de no hallar nada fuera de lo común. En efecto, así ocurrió. El resto de la noche durmió lleno de ideas en su cabeza. Buscaba una respuesta y ya sabía en donde hallarla. Al amanecer, despertó y espero inquieto. Al llegar la hora fue directo al sitio donde había comenzado todo; el super chino.

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