ACA...LA PRIMERA PARTE:
EL GRILLO:
Siendo muy
pequeño se quedó sin padres. La única familia que tenía era su querida abuela, una
mujer debilitada por los años, quien aguantó todo lo que pudo hasta el cumpleaños
número veinte de su nieto. Sus últimas palabras fueron “espero grandes cosas de vos”. Desde entonces se dedicó a hacer
realidad las expectativas de la anciana.
Trabajó y estudió
sin parar durante años. Su vida fue una lucha tras otra. En el camino perdió más
de lo que ganó; amigos, amores y juventud. Poco parecía afectarlo. Todo
sacrificio era válido para llegar a su meta.
Consiguió un
trabajo en una empresa multinacional. Empezó como cadete y terminó como mano
derecha del dueño de la compañía. Más de uno lo admiraba. Era reconocido en más
de un continente. Aparecía en diarios, revistas y también en televisión. Los
billetes le caían del cielo, y como si eso no alcanzara, debo destacar que era
un sujeto carismático. Sabía muy bien como venderse. Pienso que tal vez era
ayudado por sus adorables ojos cafés. Eran su mejor arma de seducción. Estaban llenos de sueños y esperanzas. Era un
eterno soñador. Los años eran solo números, pues tenía el espíritu de un
adolescente. Muchas mujeres de todas las edades se sentían atraídas por él.
El hombre lo
tenía todo. Hasta que ocurrió lo que ocurrió, ¿Quién diría que un simple
grillito lo arruinaría todo?
En fin, su nombre
era Marcos Monzón. Estaba en sus cuarenta. Vivía en una casa no tan pequeña cerca
de un supermercado chino. Su casa era de las más bellas del barrio, tanto por
dentro como por fuera. Tenía el techo cubierto con tejas color rojo bermellón,
una increíble terraza en su cuarto, una pileta extremadamente amplia y
profunda, rosas de todos colores, árboles de cerezo y un garage en donde cabían
cuatro autos. Debo disculparme. Lo que dije es mentira. Mentí. Indudablemente
lo hice ¡Oh, que gran mentirosa! Marcos no vivía en una casa. Por supuesto que
no lo hacía. No existen casas así ¡Él vivía en una mansión maldita sea! El
sujeto tenía tanto dinero que se daba todos los gustos. Su casa, por ejemplo.
Si les pareció increíble los que les conté, no creerán el lujo que la casa, (perdón,
mansión), guardaba en sus blancas paredes. Escaleras de algarrobo lustradas
religiosamente cada mañana, muebles de la más fina calidad, recuerdos y
obsequios provenientes de casi todo el mundo.
La
historia comienza cuando Marcos iba de camino a su casa en uno de sus elegantes
autos. Decidió hacer una pequeña parada en el super chino. Tenía el antojo de
comer chocolate. Bajó del auto, compró la golosina y cuando estaba cerca de
salir, la pequeña hija de los dueños le bloqueó el camino. La niña le sonreía
con sus diminutos dientes blancos y sus ojos estirados.
Extendió su manito como indicándole que haga lo mismo. Marcos cedió, pues pensó
que era un inocente juego de niños de no más de dos minutos. Luego le pidió que
cerrara los ojos, y Marcos nuevamente obedeció. Cuando abrió sus ojos encontró
un “horrible” grillo en la palma de su mano. Se asustó tanto que tiró el bicho
al suelo y luego lo pisó. El pobre insecto quedó aplastado. Inmediatamente la
niña comenzó a llorar. Consecutivamente apareció el tío, un chino con cara de
mafioso y diez veces más alto que Marcos. La tomó en sus brazos y la consoló en
su idioma. El tío se puso eufórico. Hechó a Marcos del local y no fue necesario
decirle que no debía volver. Le resultó mucho escándalo por un feo bicho. Marcos
decidió no pensar en eso. Fue solo una situación extraña. Después de todo, ya no
tendría que volver a ver a la bulliciosa niña y su loco tío, (o al menos eso
pensaba).
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